EN EL MES DE LA PATRIA 
Por Juan Gómez Valdebenito
Septiembre representa para nosotros los chilenos la llegada de la ansiada primavera y el despertar de los sentimientos dieciocheros que más bien huelen a asados, chica y empanadas que a sentimientos patrióticos químicamente puros.
Efectivamente es el mes de la patria, pero se entrecruzan recuerdos que nos dejan un sabor amargo en un mes tan lindo, sí, esas remembranzas del golpe militar y toda su fatídica secuela de muertes, torturas y desapariciones. El mes que todos esos sueños idealistas de un mundo mejor en justicia e igualdad se fueron al suelo como un castillo de arena.
Igual el pueblo trata de pasarla bien después de las violentas protestas del 11. Se programan salidas a la playa, al campo, o a la montaña, o al menos, aunque sólo sea el típico asado de dieciocho. Muchos se esfuerzan en ser felices abusando de la comida y el alcohol en una suerte de evasión momentánea que poco tiene que ver con el alma nacional o el sentimiento de puro chile es tu cielo azulado. El patriotismo no se compadece con la borrachera y la glotonería.
La identidad nacional no se identifica con sus ancestros de los que hacen gala las festividades patrias. El huaso, el roto chileno, el mapuche son como piezas de museo cuyos ropajes nos atrevemos a usar una vez al año más como una humorada que como un reflejo identitario. La globalización y la post-modernidad nos han robado nuestra identidad y nos hemos convertido en personas que vemos a nuestra patria con la óptica de nuestro siglo, ajenos a nuestras raíces patrióticas y rasgos folclóricos que sellan nuestra impronta como país.
Esta dilución de la identidad patriótica que en general es común a toda la comunidad internacional no significa la extinción de los nacionalismos que nos ligan al sentido de comunidad patria. Basta con observar la pasión con que los chilenos celebramos un triunfo deportivo, o defendemos la posición de Chile frente a las demandas territoriales de nuestros vecinos. O ese pequeño sentimiento xenófobo con el inmigrante.
Sería mejor que fueran los sentimientos nacionalistas los que se diluyeran para que pudiésemos considerar a todos los inmigrantes nuestros hermanos con igualdad de derechos que los nacionales. Ojalá pudiésemos considerar también las patrias ajenas como nuestras patrias y dedicarles el mismo respeto y cariño que a la nuestra. El día que esos sentimientos prosperen entre los chilenos podremos sentirnos orgullosos de nuestra nacionalidad y de nuestra identidad patria, y así hacer honor al vals de Chito Faró “Si vas para Chile” que recita en una de sus estrofas “…Y verás cómo quieren en Chile al amigo cuando es forastero…”
Junto con las tradicionales fondas y ramadas dieciocheras, de las cuales muchos chilenos huyen por ser colonizadas por una horda de borrachos, y en donde los bailes nacionales ceden paso al reggaeton y los ritmos tropicales, se celebra el Día de las Glorias del Ejército con su tradicional parada militar.
La parada militar hace gala de la gallardía de nuestros valientes soldados que han sido de Chile el sostén, como reza nuestro Himno Nacional. Hace alarde también de su arsenal de guerra que muestra orgulloso como un logro legítimo para nuestra patria, y que nos coloca como unos de los países mejor armados de Latinoamérica.
La exhibición de las destrezas militares y su armamento no reflejan precisamente un acto de demostración de amistad en ninguna parte del mundo, tampoco en Chile, sino más bien un acto de ostentación y de advertencia para quien ose desafiarnos militarmente.
Este desfile de tan impecable y armoniosa presentación que regala a nuestros sentidos la gracia de sus sincronizados movimientos, y que como espectáculo se ha grabado en la retina colectiva, se ha incorporado a nuestra cultura como una tradición incuestionable sin que la ciudadanía profundice más en su significado.
La parada militar da a conocer que el recurso militar está plenamente vigente, y que su instrumental armado es moderno, que tiene una capacidad bélica de primer orden y que está dispuesto a usarse para defender la patria y sus conciudadanos apenas las circunstancias lo requieran. Significa que el país no ha renunciado a la guerra como último medio de resolución de conflictos, sino que está dispuesto a apelar a ella si es necesario.
Nos hemos acostumbrado tanto al recurso de las armas que aceptamos su uso institucional a través de las instituciones armadas como un hecho natural validado a través de la historia de la patria y de la humanidad, y ni siquiera nos cuestionamos si otra realidad es posible. Ni siquiera los militares y los políticos que trabajan en el sector defensa. Es algo que está definido así, así es, y así será siempre.
En el mes de la patria cuando escuchemos el ruido de los aviones de guerra preparando su desfile pensemos si esta forma de vida militar que tenemos incorporada en nuestro ADN es realmente necesaria, o si más bien es una idea que nos han vendido y nos siguen vendiendo los fabricantes de armas que mueven la economía mundial fomentando la desconfianza y la inseguridad entre pueblos hermanos que han conducido a innumerables guerras con su secuela de muertos, heridos, y desplazados que huyen de ella hacia los países que las provocaron, y que les cierran las puertas, si es que no mueren en el intento.
Felices fiestas patrias.
Juan Gómez Valdebenito
Centro de Estudios Humanistas
CEHUM-Alétheia