La emigración africana
Por Juan Gómez V.
Abril de 2015
Todo comenzó con la trata de esclavos desde África hacia Europa y América. Había que buscar mano de obra barata, ojalá gratuita para trabajar en los cultivos y en las minas de la América recién colonizada. Nada mejor que traer de Africa esos simioides negros que lucían bastante fuertes. Eran animales que aprendían rápidamente cualquier oficio y que demandaban sólo un plato de comida. Nadie reclamaba por ellos, no existían organizaciones de derechos humanos, y por lo demás no se los podía clasificar como tales, ya que eran sólo humanoides. Eran pintorescos los negros por lo que podían exhibirse a algunos de ellos en los zoológicos de las grandes ciudades.
¿Cómo podían ser iguales y compararse con esos trogloditas semidesnudos estos blancos europeos impregnados de su cultura renacentista que había sido capaz de crear tan exquisitas y excelsas obras musicales, maravillosas esculturas, deslumbrantes pinturas y sesudos tratados de docta filosofía? Ridículo.
Sólo después de siglos de traficar a millones de africanos hacia las colonias americanas empezaron a caer en la cuenta de que eran tan humanos como los europeos mismos, ya que tenían características antropomórficas idénticas a ellos, incluso tenían capacidad de raciocinio, y algunos hasta inteligentes para resolver todo tipo de problemas. Y más aún demostraban tener capacidad para sentir los mismos sentimientos y afectos que ellos. Sorprendente.
Cuando por fin determinaron su identidad humana vinieron todos los esfuerzos por abolir la esclavitud. Por lo demás ya no salía a cuenta traerlos. Estaban causando problemas con la población nativa, se mezclaban con ellos y hasta hubo varios intentos de sublevación, muchos problemas. Su costo se había elevado demasiado. Así es que la mayoría de los países de Europa finalmente abolieron la esclavitud a comienzos del siglo XIX.
Ahora era necesario echar a andar una nueva etapa, una que asegurara materias primas baratas para sus empresas emergentes de su naciente revolución industrial. Así es que a colonizar se ha dicho. La repartija de Africa dio origen a tal cantidad de peleas entre las naciones europeas que tuvo que ser resuelta mediante la Conferencia de Berlín (celebrada entre 1884 y 1885), pero no fue suficiente, y siguió originando conflictos hasta bien entrado el siglo XX, siendo uno de los detonantes de las guerras mundiales. El reparto de África que las civilizadas naciones europeas llevaron a cabo en Africa no sólo cambió la geografía política, las divisiones políticas y administrativas que existían en el continente africano, sino que alteró su etnografía y su demografía, y reinterpretó su cultura a la vez que transformó y pervirtió con antivalores coloniales a los pueblos africanos introduciendo el predominio de la violencia, de la avaricia, del desprecio a los que se juzga inferiores, de la irresponsabilidad y la impunidad de los poderosos. En otras palabras, Europa reinventó el continente africano, estableció fronteras donde no las había, cambió su modo productivo y fusionó pueblos de diferentes etnias, o las escindió en países distintos.
A mediados del siglo XX, y luego de dos guerras mundiales, Europa se dio cuenta de que ya no era negocio seguir con el sistema colonialista tradicional, habían demasiados problemas entre vecinos europeos, comenzaban muchas revueltas independentistas, por lo demás había ya una elite criolla educada y pervertida que era mejor seguir usando como líderes títeres desde su propio suelo. Así es que era mejor largarse y seguir ejerciendo su dominio desde casa.
Con un continente repleto de armas, hermosa herencia colonial, líderes codiciosos con educación europea con una lección muy bien aprendida de que no hay nada que de más poder y asegure más dominio que un ejército bien armado, comenzó la disputa por la independencia de sus contrahechos países.
El fenómeno independentista fue relativamente fácil y rápido, Europa hasta lo prefería así, por lo que no opuso mayor resistencia. Con dos guerras mundiales a sus espaldas, ya no quería más guerras ni problemas. Emergieron numerosos países africanos reconocidos por la naciente Organización de Naciones Unidas. Sin embargo eran países delimitados a la fuerza, en los cuales se mezclaron etnias y religiones diversas, lo que a corto plazo generó todo tipo de conflictos y asonadas. La disputa por el poder entre las diferentes etnias y credos fue feroz. Se instalaban caudillos sanguinarios en el poder que asolaban a su propio pueblo causando millones de muertos y heridos.
Europa quería seguir ejerciendo su dominio sobre Africa en una suerte de tercera colonización, comerciando con estos emergentes países a través de sus caudillos, asegurando las materias primas necesarias para su industria, y cambiándoles sus diamantes por armas. Inundaron el continente de armas que prolongaban e intensificaban los conflictos violentos.
Un continente de enormes riquezas naturales pero de un profundo subdesarrollo en infraestructura y administración política no ha podido emerger de su miseria. La falta de inversión verdadera de los países colonialistas que sólo querían extraer sus materias primas a mínimo costo sin hacerse cargo en de su infraestructura pública y administrativa, ni menos de la salud y la educación de su población, terminó por sumir a la mayoría de sus países en la hambruna, las epidemias y los conflictos armados.
Fruto de esta calamidad, muchos de sus habitantes son desplazados por millones hacia otros países vecinos dentro del mismo continente africano hacia campamentos de refugiados en condiciones muy precarias. Y un porcentaje muy menor huye de Africa intentando cruzar el mediterráneo hacia Europa soñando con un futuro mejor para sus hijos lejos del hambre, de las epidemias y de las balas.
Tras una odisea en manos de traficantes, en condiciones lamentables, en faluchos o barcazas de mala muerte sobrecargadas de gente, muchos perecen ahogados tras naufragar en las aguas del Mediterráneo, cifra que se eleva a 1.600 solamente en lo que va del año. Y los pocos que logran llegar a destino son capturados y muchas veces repatriados a sus países con un destino incierto.
Europa está viviendo un efecto boomerang en lo que respecta a la población africana, antes los sacaban a sangre y fuego de sus hogares para esclavizarlos, y ahora no haya como contener la llegada de esos mismos africanos. Ironía del destino.
Europa debe hacerse cargo del desastre provocado por su colonialismo inmisericorde, por las enormes riquezas extraídas del continente a costo cero, por las miles de horas de trabajo robadas a los esclavos africanos. Aquí no se trata de combatir el tráfico ilícito de personas para que no lleguen a sus costas. Europa tiene la oportunidad de resarcirse de sus crímenes contra la humanidad invirtiendo verdaderamente en ese continente, asistiéndolo con planes de salud y educación y no con los Programas de Ajuste Estructural (PAE) del Fondo Monetario Internacional que sólo han profundizado la crisis económica que sufre el continente africano.
Juan Gómez V.
CEHUM-Alétheia
Centro de Estudios Humanistas, Chile
juan.gomez@cehum.cl